Desde pequeños nos han insistido en que con la comida no se juega.
¿A quién se le ocurriría esa idea?
Jugar no quiere decir estropear, desperdiciar ni malgastar…
Jugar es experimentar, conocer, acercarse a lo desconocido de forma distendida… Así es como aprenden los niños, y alejarlos de esa naturaleza sólo nos dificulta el camino.
La alimentación BLW (guiada por el propio niño) se basa en esto; ofrecerles alimentos enteros (adaptados a sus capacidades, claro) no en papilla, para que sean ellos quienes descubran su sabor, textura, olor, color, consistencia, aspecto… Sin obligar ni engañar.
Y creo que por ese motivo es efectiva, porque no va contra natura. Aprovecha la curiosidad innata de los niños, su deseo de imitar al adulto, para que aprendan a comer escuchando las señales de hambre y saciedad de su propio cuerpo.
¿Y una vez nos hacemos mayores?
Pues ¡a seguir jugando!
¿Quién dice que no puedes experimentar?
Haz combinaciones y cocciones que no suelas hacer. Diviértete, juega con las texturas, los contrastes, prueba cosas nuevas.
Cuando tengas algo más de tiempo prueba a presentar tu plato como si estuvieras en un restaurante.
No solo es comer sano, es no aburrirse, es mimarse… Tener esos detalles contigo mismo es muy gratificante.
¿Tienes alguna receta a la que llegaste jugando?¿Alguna combinación original que te encante?… ¡Me encantaría conocerla!
Y por si no se te ocurre cómo jugar con la comida, aquí te dejo algunas ideas (tienes los enlaces en el pie de foto):
















