Hoy se celebra el Día Internacional del Celíaco.
La celiaquía, así explicada a grandes rasgos, es esa intolerancia por la que no se pueden tomar cereales con gluten porque se deteriora el intestino y aparecen problemas de absorción de nutrientes.
Por ella es por lo que tradicionalmente se ha tenido tanto cuidado con la introducción del gluten en la alimentación de los peques. Aunque hoy por hoy se sabe que se puede introducir en cualquier momento a partir de los 6 meses.
Con estos días conmemorativos/reivindicativos la verdad es que tengo un sentimiento ambivalente; por un lado me gusta que se dé visibilidad a un problema, pero por otro veo que a veces las reivindicaciones no van en la línea que, a mi parecer, deberían.
¿Por qué digo esto?
Al principio del confinamiento, cuando hubo quien arrasó en los supermercados y parecía que iba a haber desabastecimiento de algunas cosas, asociaciones de celíacos pidieron que no se compraran productos sin gluten si no era necesario porque «los niños celíacos necesitaban macarrones, galletas… sin gluten»
Pues NO.
Siento bajaros de la nube, pero nadie necesita macarrones, galletas… con gluten ni sin él.
Tenemos muchos alimentos que son originalmente sin gluten, cereales incluidos como arroz, mijo, quinoa, maíz o trigo sarraceno, que actualmente es muy fácil encontrar en los supermercados.
La alimentación de todo el mundo debería basarse en frutas y verduras y proteína de calidad (legumbres, huevo, pescado y carne).
Dejemos ya olvidada la archifamosa pirámide, los hidratos de carbono cuanto más «naturales» mejor. Optemos por granos integrales y tubérculos. No necesitamos pan, pasta, galletas o bizcochos en nuestro día a día.
Los niños tampoco.
¿Qué problema vemos en que los niños coman unas lentejas con arroz y verduras, un salteado de quinoa con verduras y huevo o unas crepes de trigo sarraceno con pescado y verduras?
Recuerda que asentar las bases de su salud y sus hábitos futuros está en nuestra mano. Enseñémosles lo que es la comida saludable, dejemos esas comidas tradicionalmente «para niños» para momentos puntuales.
No les «obliguemos» a que su paladar rechace los sabores auténticos.
Y sí, todo mi apoyo a las personas con celiaquía, porque no es fácil en ocasiones encontrar alimentos sin trazas de gluten.
Pero reivindiquemos mejor unos precios justos de las materias primas, para consumidores y para productores. Optemos por educar en alimentación saludable, basada en materias primas.
Peleemos por la educación global en la que todo el mundo (hostelería incluida) entienda que no es necesario tener productos con gluten en cada plato para disfrutar comiendo.
Y, sobre todo, dejemos de pedir que haya comida basura o productos innecesarios sin gluten.