Llegó septiembre y la vuelta a la rutina. Ahora es cuando guardamos bañadores y ropa suelta y fresca y rescatamos los vaqueros, etc. y con este rescate empiezan los remordimientos.
Igual que pasa tras las navidades y justo antes de verano, nos arrepentimos de los excesos cometidos y ponemos en marcha nuestros particulares juegos del hambre.
No deja de sorprenderme este comportamiento. Veo gente que prefiere hacer unos esfuerzos brutales, que rozan el (auto)maltrato, en lugar de mantener durante todo el año unos hábitos saludables.
¿De verdad es mejor estar uno o dos meses pasando hambre, con comidas tristes y sosas que comer de manera saludable y practicar deporte la mayor parte de tu tiempo?
¡Para mi NO!
Efectos secundarios de las restricciones
Además este tipo de comportamientos conlleva cambios nada deseables en nuestro organismo. ¿Conocéis el efecto rebote, no?
Nuestro cuerpo está preparado para almacenar, ya que la mayor parte de nuestra existencia hemos tenido que comer lo que podíamos tras una búsqueda extenuante.
Hemos pasado hambre y nuestro organismo, sabiéndolo, hace lo máximo que puede para maximizar el rendimiento de lo que comemos.
Es decir, nuestro cuerpo guarda para cuando no haya.
Por esto, cuando le sometemos a este “maltrato” (ojo, que no estoy hablando de practicar ayunos intermitentes, de esto ya hablaremos más adelante) entiende que necesita almacenar más porque está en tiempo de escasez.
Y luego, cuando acabamos estos períodos de «hambruna» y comenzamos a comer como teníamos costumbre sigue almacenando al máximo y es cuando engordamos todo lo perdido y algún kilillo más de regalo.
Pero hay más
Y no es solo esto, nuestro cuerpo es capaz de autorregular su peso.
Para ello, establece un “set point” que es como un punto óptimo de peso que, para algunas personas, dada nuestra evolución, lo establece en el peso más alto.
Aunque no tiene por qué ser siempre así, todos conocemos esa persona que es incapaz de subir un gramo por más que lo intente, o esa otra que no puede bajarlo… Esto se debe a su “set point”.
¿Y esto qué supone?
Pues que luego cuando intentas adelgazar (o engordar, pero en este caso nos centramos en la pérdida de peso) tu cuerpo lucha por mantener el peso que considera seguro para tu supervivencia.
Por esto, cada verano, navidades… que “te pasas” y subes peso sin desearlo, estás estableciendo un nuevo “punto seguro” y cada vez te va a ser más difícil bajar de ahí.
Además, el estilo de alimentación actual, con muchos precocinados, productos ultraprocesados, azúcares libres y aceites de baja calidad que hacen que todo esté excesivamente sabroso.
Lo que supone que no tengamos ese “freno” innato y sigamos comiendo alterando así la capacidad del cuerpo de autorregular su peso, lo volvemos loco.
Entonces, ¿hay algo que podamos hacer?
En primer lugar, cambiar nuestra alimentación.
Tratar de elegir siempre los alimentos más naturales posible, comprando en el mercado e intentando evitar ir al supermercado. Esto nos ayudará a suprimir precocinados, ultraprocesados y nos obligará a implicarnos más en la cocina.
Si esto ya lo hacemos correctamente y aún así no vemos cambios lo mejor es acudir a un profesional que nos guíe.
Busca un/a dietista o dietista-nutricionista que es quién está formado/a para ayudarte con tu alimentación.
Por mi parte os dejo unos consejos para no seguir perpetuando este ciclo de excesos-hambruna e intentar consolidar unos hábitos que nos ayuden a estar sanos:
- En verano, apetecen cosas frescas, helados… Haz tus propios helados con fruta y deja los comerciales para momentos puntuales. Y no, uno al día o a la semana no es un momento puntual ni es moderación.
- Si sales de cañas elige la caña sin alcohol o, mejor aún, pide agua o agua con gas, infusiones, café… ¡¡Hay vida más allá de los refrescos y las bebidas alcohólicas!!
- Cambia las papas y los snacks por frutos secos tostados (mejor sin sal).
- No te auto-castigues si un día (una semana/un mes…) cometes excesos, no intentes compensarlo, simplemente vuelve a tu pauta habitual de comida sana. Si no sabes cómo hacerlo acude a un/a dietista.
- Mantén una vida activa; practica algún deporte, camina, monta en bici… Pasa el menor tiempo posible sentado, estamos hechos para movernos.
- Intenta comer verdura cruda una vez al día; todavía no hace frío así que dale duro a las ensaladas, gazpachos, cremas frías…